lunes, 26 de agosto de 2013

Violencia, fútbol y negocios.

La violencia no es solo cosa de barras


Desde que el futbol mundial se privatizó a fines de los años 80, y la televisión entró de lleno en la cancha, el juego ha sufrido modificaciones.
El sistema financiero avanzó en la apertura de nuevos mercados luego de la caída del muro de Berlín y el fútbol fue elegido por todos. No sólo es el deporte más popular del planeta, sino que su belleza genera para los especuladores financieros un target infinito.
Muchos comunicadores, periodistas o programas de empresas cuyos intereses están en el medio, nos han dicho que la violencia en el futbol es generada por barrabravas y dirigentes dejando a la política como el único cómplice que hace posible esto.
Los hechos muestran conexiones entre algún dirigente, político o gremial, con jefes de barras. Algunas han sido muy pesadas, con causas judiciales en medio, lavado de dinero, asesinatos. Muy pocas veces esas historias nos cuentan qué rol jugaron los empresarios o el poder financiero.  No nos cuestionamos sobre quién es el más influyente generador de violencia en esta coctelera de hechos.
 Es hora de enfrentar a los violentos del futbol.
Celebramos a Cantero oponiéndose a un grupo de violentos que han cometido delitos bajo la impunidad y la complicidad de distintos actores. No sólo los políticos, sino también la policía y los empresarios del futbol. Pero no creemos que esos grupos violentos sean los únicos que le hacen mal al futbol.
Nunca nos pusimos a preguntar qué rol tienen ahí los intermediarios o representantes de jugadores. Cuanta plata han ganado a costa de un pibe que juega bien a la pelota, o de un club cuya historia toca el corazón de muchos.
En este fútbol, está bien que ganen plata las empresas de gaseosas, de cervezas, de automóviles, los bancos o empresas de seguridad. Pero es una locura que un trapito te cobre estacionamiento.
Esos periodistas libres nos cuentan que es ilegal.
 ¿Acaso las empresas de gaseosa tienen la rentabilidad que tienen sin explotar gente, sin lavar plata, sin monopolizar el mercado?  ¿Eso es legal?
Eso no importa. Pocos lo cuentan porque muchos comunicadores se benefician.
¿O será que son patrocinadores de nuestros programas, de nuestras camisetas, de nuestros pases de jugadores, de nuestras copas?
¿Son las barras o esas empresas las que arman los calendarios de torneos y pases de jugadores en sintonía con el mercado europeo?
Porque, si realmente en este mercado vale todo, también vale que te cobren el estacionamiento.
 Violencia no es solamente el pibe q te rompe el espejo del auto sino le diste 40 pesos. Violencia es ganar millones de dólares a costa de 22 pibes que juegan un juego hermoso y a costa de millones que nos llena el alma.
Miles de bancos a lo largo del planeta son los sponsors de nuestros clubes, están estampados en nuestros colores. Bancos que generan pobreza, que dejan gente en la calle. Entidades que lavan plata a empresas fantasmas que contratan jugadores como esclavos. Jugadores que juegan en clubes fantasmas de Uruguay o Suiza y que son rehenes del lavado de dinero.
 ¿Eso no es violencia?
Llego la hora de discutir a los verdaderos culpables. Como dijo una vez Fito Paez: ¨le tengo más miedo a Macri que a Di Zeo¨, es hora de empezar a mostrar  el verdadero poder que estas empresas multimillonarias tienen sobre nuestro juego. Porque la violencia de arriba es la que genera la de abajo.
Es hora de parar la violencia en el fútbol. Pero no creamos que solo se soluciona poniendo barras en cana o dirigentes que se robaron plata.  Sino cuando las empresas fantasmas que se llevan a nuestros jugadores dejen de robar plata, cuando la Copa Libertadores no se llame como una camioneta o cuando embarguen bancos por estafar clubes con tasas rentables sólo para esos bancos.
Si vamos a discutir, discutamos todo. Sino siempre gana el más poderoso. Y si el futbol es hermoso, nada tienen que ver los que nos estafan haciendo millones sin haber pisado una cancha. Es hermoso por el poder que tienen esos pibes que, a pesar de todo, salen y nunca dejan de jugar a la pelota. 

 Por Juan Francisco Navarro


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