Crónica de un lunes feriado
El lunes 19 de agosto salí a dar una vuelta por el
centro de Remedios de Escalada. Voy siempre, pero hacía mucho que no lo veía
desde la tranquilidad de un feriado, ¡está de lindo!
Esta es una ciudad … como decirlo ¿industrial?
¿comercial? Es comercial, está llena de negocios relacionados con los
automóviles y las motos, los talleres del ferrocarril, “Abremate”, la Universidad…
Y tiene una plaza, a la que iba cuando era chica de la mano de mi mamá y de mi
papá. También estaba la tienda de Don Antonio, que dispensaba desde un ovillo
de lana hasta un camperón para ir al viaje de egresados.
Algunos años más tarde recorrí esa plaza de la mano
de algún novio, y aun más tarde, esa plaza me vio a las cinco de la mañana
charlando con un nuevo amor. A esa plaza iba con Helga, una perra ovejera que
fue mi mejor perro (quizá porque no la eduqué yo, vino educada de antes). Nunca la había
visto como el lunes. Explotaba. Había carpas de artesanos que vendían el
producto de su trabajo; baile, globos, murga; jóvenes, viejos, música. Explotaba
la plaza de Escalada.
Y había montones de negritos, en la plaza de
Escalada, chiquitos, contentos, corrían, saltaban, se reían y los padres
descansaban, tomaban sol, tomaban mate, se besaban, y algunos compraban cosas.
Las cosas que hacían los otros, que no paraban de vender, desde gorros tejidos
al crochet hasta aceite de oliva. Ahora hay varios lugares para comer, o donde clavarse un cafecito (de
adolescente siempre odié tener que ir hasta Banfield, o hasta Lomas para hallar un bar) y… no… librería todavía no tenemos.
En los
negocios había gente humilde que compraba, y salía feliz con su bolsita. Y pensé que si los humildes trabajadores
son el pueblo, y que si ellos pueden compran porque tienen un poco de plata,
los comerciantes (que son algo menos humildes) venden y que si los comerciantes
venden, los fabricantes (que son un poquito menos humildes todavía) fabrican, y le dan a trabajo a los
obreros, y los obreros pueden comprar, los médicos trabajan, los contadores
trabajan, los comerciantes trabajan, todos trabajan cuando los más humildes
pueden comprar. Y los chicos van a la
escuela. Están empezando a ir otra vez a la escuela.
Y me gustó ver así a la plaza. Nunca antes la había
visto tan plena, tan llena de vida. Y sí la había visto vacía, oscura,
silenciosa…
Yo también tenía un poco de miedo cuando volvía
de noche a mi casa y me bajaba del auto. Porque, cuando tenía quince, unos
ladrones se metieron a mi casa y se llevaron tres o cuatro boludeces y le querían cortar el
dedo a mi papá porque no le salía la alianza.
Y a mí también me da bronca cuando cobro a fin de
mes y me descuentan ganancias, pero antes cobraba menos, por eso no me
descontaban. Y no había trabajo, y el no haber trabajo se fue haciendo tan
corriente que algunos salieron a robar, y cada vez menos mandaban sus hijos a
la escuela, y siempre hubo gente que no pudo aprender a apreciar el valor de su
propia vida, y la arriesgó por nada. Y sus hijos quizá no tuvieron otro rumbo.
Y me rompe las pelotas pagar veinte pesos un kilo de yerba, pero compro el
asado del sábado en la carnicería más cara de la zona.
Antes de tener un Renault 12, me compré un fitito,
que mi novio de entonces no me dejaba manejar, más tarde, ese novio (mi marido,
por entonces) me compró un mehari y me dejó manejarlo… y salí a las pistas,
bueno, a la avenida Pavón Sí, sí: yo aprendí a manejar solita, en un Citroën
en la avenida Pavón… andá ahora. Hay muchos, muchos autos, fijáte… obreros con
autos….
Y conozco gente que vivía con dos mangos al mes, y
estaba colgada de la luz, del gas, y tenía la casa hipotecada, y pagaron la
hipoteca, y ahora pagan la luz, el gas, el cable y tienen internet.
No sé quien dijo: “conoce tu aldea y conocerás el
mundo”, yo el lunes estuve conociendo otra vez mi Remedios de Escalada. Por eso
apoyo al gobierno de Cristina. Yo nunca había visto así a la plaza de Escalada.
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